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domingo, 22 de abril de 2018

RUMBOS ANDINOS: El sombrero de Celendín



Tito Zegarra Marín.

Desde hace algunos años venimos observando que los sombreros de paja toquilla, tejidos por manos de mujeres celendinas, son entregados como ofrenda o presente, a autoridades destacadas, personajes ilustres y visitantes reputados, cuyos méritos y labor lo justificarían. Son oportunas muestras de cortesía, buenos modales y gratitud, puestas en práctica por nuestras instituciones (municipalidades en especial), en las que está de por medio ese símbolo de la creatividad artesanal celendina: el sombrero.

Nuestro sombrero también está presente en los concursos de marinera en mano de los acompañantes varones, en la exhibición de caballos de paso engalanando a sus jinetes o chalanes, en algunos grupos folclóricos adornando su colorida indumentaria, en la tradicional feria taurina de Acho protegiendo del sol a alguna gente de la aristocracia limeña, y en pocas cabezas de coterráneos visitantes a la feria del Carmen. Todo ello, con ser poco, rescata al sombrero y alienta su producción.

Sin embargo, en nuestra tierra, los celendinos, los profesionales y hombres y mujeres de a pie, no le dan la importancia debida, pues no lo usan y para ser más exactos, no lo usamos, quizá en aisladas ocasiones y por muy pocos, y cada vez menos en la zona rural. De esa manera, conscientes o no, damos la espalda a ese producto emblema de nuestra identidad y olvidamos que las mujeres que elaboran el sombrero (por lo regular en una o dos semanas, día y noche), ganan unos cuántos panes para alimentar a sus hijos desnutridos.

¿Pero por qué hemos tenido que llegar a esa situación? En parte, porque no hemos sabido cultivar el amor a esa prenda y porque desde hace algún tiempo estamos influenciados por la modernidad y sus pantallas publicitarias con sus modelos y prototipos de vestir, donde el sombrero no existe, pues no es rentable ni tiene marca empresarial. Preferimos entonces, las engomadas gorras (quepis o cachuchas) estampadas con propaganda diversa. Por eso y otros factores externos, la producción y venta de sombreros ha disminuido.

Aun así, se teje sombreros en los hogares pobres y excluidos de Celendín y distritos, semanalmente se producen y sacan al mercado (los domingos) alrededor de 1500 sombreros, casi todos vendidos a una docena de intermediarios (componedores) a precio de hambre impuesto por ellos. Lotes de esos sombreros van hacia Piura (Catacaos), de allí, en algún momento se exportaron a Panamá; a mercados de Cajamarca, Trujillo, Lima e Ica y provincias de la sierra central, quedando muy poco en Celendín.

Allá por años 80, escribí un sencillo folleto sobre la artesanía del sombrero en Sucre y Celendín: su origen, procesamiento, comercialización, impacto socioeconómico y otros, espero volver a él y resumir un artículo  para publicarlo en este diario.



Publicado en Panorama Cajamarquino

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