Prof. Onésimo Silva Reyna.
Estas remembranzas de mi niñez son hoy, mitad eso:
remembranzas; mitad, reflexiones.
Aquella mañana, que va haciéndese más y más etérea en
la lejanía del tiempo, los pobladores del Huauco, hombres, mujeres y niños,
parecían un hormiguero inusitadamente alborotado. Corrían de un lado a otro;
comentaban en tono febril algo de especial interés; excitados, se daban órdenes
y contraórdenes mutuamente; gritos e interjecciones, algunos de ellos demasiado
impuros, se oían por doquier. En fin, algo muy extraño estaba pasando, o por
pasar, en ese pueblecito, ordinariamente tranquilo y plácido.
Los niños alcanzamos a comprender, escuchando a los
mayores, de qué se trataba: era que ese día debía llegar a la tierra natal el
hijo más querido de entonces, el brillante y predilecto, el
"Benjamín" del Huauco, el Doctor José Clodomiro Chávez, después de
larga y sentida ausencia.
Hacia la una de la tarde, más o menos, casi toda la
población estaba reunida en "La Toma", anhelosa y expectante... Por
ahí, un viejecito ochentón echó al viento su comentario filosófico: "Hoy,
ni las sombras de los cuyes se han quedado en las casas..."
De pronto, cuando los grupos formados seguían
comentando y haciendo cábalas, alguien gritó: -¡Allí están... Ya llegan...!
Todas las miradas se volvieron hacia la zigzagueante
cuesta de "Los Amarillos", por donde fueron apareciendo, uno tras
otro, los jinetes que escoltaban al Doctor. En medio de la cabalgata, montando
hermoso alazán, ondeándole al viento el albo pañuelo que llevaba atado al
cuello, erguido y apolíneo, luciendo hermoso poncho "pampero",
brotándole por los ojos esmeraldinos, en una amplia sonrisa, la felicidad
desbordante al verse de nuevo en su querida e inolvidable tierra, llegaba el
Doctor Clodomiro Chávez, el Dilecto.
Lágrimas, abrazos, besos, gritería, confusión, hurras,
todo fue el marco con que la maternal Patria Chica recibía a su hijo querido,
tanto tiempo ausente.
Momentos después, aquella delirante caravana recorría
las calles "Cajamarca "y "Samuel O. Haya", bajo tupida
lluvia de flores y arcos, previa y artísticamente confeccionados para la
triunfal llegada.
Horas después, asomado al balcón de "su querida
tienda", que da a la Plaza de Armas, "la tienda de sus inquietudes y
cavilaciones" de estudiante destacado en el glorioso colegio "San
Ramón" de Cajamarca; "La tienda de sus esparcimientos y devaneos adolescentes",
el doctor Clodomiro se dirigía a sus paisanos con voz potente y firme, no
exenta de emoción, más o menos en estos términos:
"De nuevo estoy con ustedes en esta tierra
querida e inolvidable...
"Pueden imaginarse la inmensa dicha que me
embarga al retornar al solar de mis ensueños, después de sufrir el prolongado
ostracismo al que me condenó el gobierno de turno...
"Por qué, me preguntarán ustedes...
"Por haber cometido, y seguir cometiendo, el
imperdonable crimen de amar y defender la justicia, la verdad y la democracia...
"Por mi imperdonable crimen de no comulgar con el
dolo, el engaño, el hurto y la desvergüenza... "Cuando no con la
estulticia de más de un político que medra en las altas esferas del gobierno.
"Vengo, hermanos del Huauco, desde las lejanas
pampas argentinas, después de haber peregrinado por el vecino país de Chile,
donde tuve que ganarme el sustento vendiendo clavos...
"Pero vengo con el mismo amor e interés por mi
pueblo y por ustedes, que nunca se borraron, ni en mis horas de vigilia ni en
mis horas de sueño, ya que siempre estuvieron en mis pupilas, delante siempre
de tantas imágenes en aquellas tierras lejanas y ajenas...
"I quiero que sepan, hermanos, que desde
adolescente solía treparme por la escarpada cuesta a lo alto de nuestro
hierático Huishquimuna. Lo hacía con frecuencia, porque me sentía impulsado por
una especie de fuerza sobrenatural y telúrica, que me llevaba siempre hacia
allí...
"Sentado sobre una roca hermana, mientras
descansaba mi fatiga física, me ponía a contemplar la incomparable belleza de
nuestra campiña, fielmente ponderada por propios y extraños; pero belleza
irrespetada, ajada y maltrecha en la época pluvial, cuando la laguna de todos
los años, durante seis meses, asfixiaba y devoraba los sembríos, cual mensajera
fatal del infierno...
"Desde entonces, queridos hermanos míos, nacieron
en mi mente y corazón una idea y un sentimiento que han ido creciendo en mí,
paralelos al correr del tiempo, hasta convertirse en una obsesión que me
arrebata...
"El sentimiento es de odio a esa serpiente
maldita", como la suelo llamar; la idea, la de cercenarle la cabeza,
aniquilarla y desaparecerla...
"I he jurado tantas veces, cuantas la he visto
orgullosa y prepotente, ondulando año tras año su odiosa piel grisáceo negruzca,
que no pararía hasta acabar con ella, me cueste lo que me cueste..."
Grandes aplausos se escuchan en la repleta plaza.
"Aquí me tienen por eso y para eso, queridos
hermanos del Huauco...
"Vengo a comenzar, entre ustedes y con ustedes,
mi campaña electoral...
"Mi propósito, como hijo y político del Huauco,
es llegar a una representación parlamentaria, para así contar con las fuerzas
política y económica necesarias para cumplir mi cometido...
"Tengo fe en que el triunfo ha de coronar la tarea
por emprender; pero si no fuera así esta vez, pues seguiré con ustedes en la
lucha hasta conseguir el éxito. Que no será, lo juro, el éxito mezquino y
frívolo del político que busca sólo su acomodo personal y egoísta, sino el de
todos ustedes que se verían, de una vez y por todas, libres de este flagelo que
trae la desgracia, al destruir el pan nuestro, después de tantos afanes y
sacrificios para ganarlo..."
Chávez, en aquella ocasión, no alcanzó la victoria
electoral; pero en una segunda intentona logró ser diputado por nuestra
provincia de Celendín, durante la gestión gubernamental del Doctor Manuel Prado
Ugarteche.
I desde su escaño, una de sus primeras obras a favor de
su tierra fue la desecación de la laguna del Huauco.
Promediaba el año 1940 cuando la obra en mención
culminaba y, desde enlaces, los habitantes de Sucre, José Gálvez y otros comarcanos
vecinos, vienen gozando de las bondades de una campiña sin mayores riesgos de
inundación para sus labores agrícolas y pecuarias.
Pero...
Aquí viene el pero...
Si el Doctor Clodomiro Chávez, hace años fallecido,
viviera hoy y viese si sus auténticos anhelos y su sueño de prodigar el pan a
su pueblo se cumplen hoy, tal como lo esperó y soñó... Qué diría...? Cuáles
serían sus reflexiones...? Cuál su juicio crítico sobre la situación actual...?
Todos los de hoy, de la generación contemporánea,
conocemos históricamente la sabiduría y don de justicia social con que nuestros
mayores ejecutaron la parcelación de la campiña, en beneficio incuestionable de
las mayorías. Porque tal vez no hubo una sola familia que no tuviera su pequeña
parcela para su particular beneficio. Por otra parte, el sistema de explotación
de la tierra, basado en la agricultura principalmente, permitía que los pobladores
del Huauco, todos sin excepción, tuviesen excelente provisión de maíz,
frijoles, chiclayos, zapallos, caiguas, amén de la abundante producción de
nudillo y agashul, que sin trabas ni medidas por parte de los propietarios
(caso de invadir lo ajeno), propiciaban la cría, a nivel de todos los cuyeros,
de ricos y pobres, de incontables cuyes, a la par que de inmensos chanchos,
"redondos" de puro gordos, y de pletóricos corrales de aves, en que
las gallinas, "como pavas", ya que el maíz superabundaba, eran
tentadora promesa para los epicúreos festines de San Isidro, San Antonio y el
Carnaval.
¡Ay... Qué tiempos aquellos...! Entonces nuestra
campiña, en "tiempo de maíces", lucía su edénica belleza. Niños y
viejos no sabíamos, a ratos, qué admirar más...; con qué nos sentíamos más
encantados: si con la celestial orquesta de huanchacos, pishgos, santarrosas,
turriches, guindes y otros más pajarillos del Señor, que traviesos revoloteaban
entre la tupida floresta; o con el perfume paradisiaco de choclos, frijoles y
toda suerte de menudas yerbas, que saturaba el ambiente; con los furtivos
devaneos y flirts de mocitas que, "achaque de ir a la yerba" para sus
rucos engreídos, acudían a sus citas amorosas en medio de aquel, como Edén, rindiendo
culto a los dioses Cupido o Eros...
Este festival de los maíces duraba seis meses casi
siempre y culminaba con las pingües cosechas de mayo, en las que, durante todo
el mes, por las calles del pueblo desfilaba una interminable procesión de
acémilas conduciendo gigantescos costales de la cosecha, con la que se llenaban
casi todos los "altos", en los que las vigas, en su origen derechitas
como reglas, tornábanse barrigonas, de soportar tantísimo peso. Y eso que las
guayungas, aparte, aliviaban el peso de los altos.
Se vivía como en los gloriosos tiempos bíblicos del
Egipto de José, el hermano vendido.
Actualmente, por obra de los cambios inevitables que
se producen en los pueblos, no sólo en el país sino en el mundo, cambios que no
siempre favorecen a las mayorías, como sería de esperar, sino a muy contados,
la población de Sucre es consciente de que muy pocos son los privilegiados por
la obra que Clodomiro Chávez mandó ejecutar, por cierto, con otras miras y
objetivos.
Es de esperar que un nuevo sistema de explotación de
la campiña; con nuevos planteamientos, nuevos criterios, nuevos proyectos y
nuevas técnicas, variase en beneficio de las mayorías, sin menoscabar, valga la
salvedad, a los contados propietarios de ella.
I que así, tocara a su fin la vigencia de lo que
sentenció, casi fatalísticamente, un recordado profesor del "Andrés Mejía
Zegarra", nuestro centro educativo de entonces, al avistar por primera vez
el paso de la primera camioneta de la entonces denominada "Nestlé",
cruzando una bocacalle, rumbo al Común, a recoger la leche. Dijo en esa
ocasión el aludido maestro:
-Acaba- preciados colegas- de hacer su arribo a
nuestra tierra la primera camioneta de la Nestlé.
¡Acaban de arribar a Sucre el hambre y la miseria...!
Revista El Labrador, mayo 1992.'
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