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domingo, 20 de noviembre de 2011

Libros: UN SHINGO EN EL BASURAL, LA GESTIÓN DE LOS RESIDUOS

MÁS QUE UN CANTO A LA REALIDAD UNA ODA A LA IDENTIDAD

Leer "Un shingo en el basural" es releer la realidad, es una propuesta que intensifica la identidad, basada en principios de las comunidades de ayer, hoy y siempre, en la autonomía y la verdadera independencia de nuestro país. El autor es consciente de la necesidad que la poesía intensifique la búsqueda de su contexto, teniendo en cuenta elementos básicos de su propia raza, la proyección de ideales amparados en los diferentes procesos históricos.

Las poesías contenidas en este profundo trabajo literario, instan al hombre peruano y latinoamericano del presente y del futuro a un nuevo reto, que indudablemente constituye una reflexión ante el creciente descalabro socio-estructural que amenaza consumir a las grandes masas del continente, porque la variedad lingüística y la diversión geográfica tienen una fuente común que es la universalización de ideales para lograr metas y objetivos comunes.

Dentro de este contexto la presente obra presenta una sencilla pero vigorosa literatura dialéctica, con conceptos serios y objetivos en donde el mensaje es la vida del hombre con sus pasos y espacios cambiantes; constituye una esperanza para las nuevas generaciones que corregirán nuestros errores y abrirán muchos caminos en que nosotros nos quedamos atrás.

Para Vargas Bazán la vida es una guerra sin tregua. Él se agita dentro de este mundo con toda su existencia, se internaliza en el avance técnico moderno, pero también se internaliza en la existencia de los hombres, en la urbe; como los poetas andaluces que amamantan sus versos de la ciudad.

Vargas Bazán es un poeta vitalista que profundiza su propia vida, sus emociones al mundo externo. Su mismo ser ingresa en el ser natural, su biología se hace poesía, su filosofía se adentra en el ser humano, en su dignidad, en la falta de valoración por ella, en su verso la protesta está puntual, su mundo antropológico se hace raíz y vivifica al ser humano, lo cuestiona y lo ubica en un ángulo agudo de reflexión.

Vargas Bazán nos habla del enfrentamiento ideológico; lo que fue ayer hoy sigue siendo, porque en las sociedades dictatoriales de Latinoamérica los hombres viven de su miseria, de su pobreza por la denominación capitalista en la que vivimos, la contradicción como un reloj puntual se manifiesta en el lenguaje del poeta.

Vargas Bazán cuestiona el amor, nos dice que el amor no es sólo puro sentimiento, es razón es sociedad, es un don universal, porque muchas veces uno no solo se piensa en sí mismo sino también en los demás, por los necesitados, por los que pasan hambre y se duele por el mismo.

Para el autor la amistad es el símbolo viviente, es la memoria del corazón agradecido porque aún pareciéndose sólo, manifiesta que alguien lo acompaña, alguien está con él.

El autor nos muestra su locuacidad, su lirismo y su profesionalismo en la poesía por la utilización de recursos expresivos que contribuyen y fortalecen su capacidad verbal, su lenguaje poético, su poesía nos muestra figuras como Metataxas (elipsis, asíndeton, polisíndeton, enumeración, repetición, concatenación, simetría, estribillo, silepsis), Metasememas (Símil, metáfora, metonimia) y Metalogismos (hipérbole, gradación, ironía).

Que la poesía de Vargas Bazán se haga presencia en nuestras comunidades, en aras de revitalizar la salud de nuestra propia cultura. Deseo muchos éxitos y parabienes al autor de "Un shingo en el basural"
Guillermo Manuel Torres Ruiz


Por José Antonio Vargas Bazán.
                                                                                          
Un shingo en el basural

Reír para no llorar,
shingo en el basural,
shingo atatay,
si la vida es corta,
mejor ni llorar,
canta más bien,
canta tu carnaval,
toma tu jorita,
shingo en el basural.

Después de años,
te veo,
igualito estás:
tu chompita parece la misma,
rotita hasta no más,
tus zapatitos,
¿qué, pues?, ¿no habrá otro par?,
arrastrado andas, como desde antes,
mejor a nadie le cuento
que contigo me he encontrado,
shingo en el basural.

Cuando te invitan
tu chochoquita,
tu sopita verde,
te vas a un ladito,
dejas un poco en el plato,
ni qué decir de tu
corte de pelo,
no has cambiado
ni el caminar,
shingo en el basural.

Si pasan las chiquillas
del Santa Teresita,
las miras
y ellas también te miran
o no te miran
y dicen que quién será
ese viejo de la esquina,
al verlas, te acuerdas de la vida,
shingo en el basural.
Me contaron que estabas
malito,
tal vez ya ni vivo lo encuentres,
anda a verlo al shinguito,
¡bah!,
lo he encontrado
y lo mismo lo he visto,
su chompa, su cara,
hasta sus zapatitos.

Shingo, naciste
oscuro en mes morado y día nublado,
de pata mala y peor vida,
pico chusco, la garra sin punta,
shingo eres,
shingo te vas,
shingo en el basural.



Poema peruano
(José Antonio Vargas Bazán)
A mi abuelo José

Fuera del Perú,
nos llaman cholos
a todos los peruanos.
En Lima,
cholos son los mestizos,
Los indios
Cualquier
Serrano provinciano

Así
en Santiago, cholos
son los limeños.

En Lima
Cholos son
los trujillanos.

En Trujillo,
cholos son
los cajamarquinos.

En Cajamarca,
cholos son
los campesinos.
En el campo,
cholos somos todos,

por lo menos
desde que se fueron
los hacendados.



Argumentación en favor de los unos.
Exégesis en contra de los otros
(dos ideas acerca del amor).

Argumentación en favor de los unos
Tú me buscas
por el ceño fruncido,
porque cuando la gente se enamora
afiebrada, apasionadamente,
yo no me enamoro,
pues la gente se emociona
y yo nada,
no me emociono,
que, mientras las personas
se importan con las personas,
uno, carajo,
no se importa ni con uno.
Tú me buscas
porque la gente va a la playa,
se quiere,
llora a sus muertos
y habla sobre las noticias,
las telenovelas,
la vida veloz
entera en un segundo
universal y vívido.
Tú me buscas
porque uno es joven
y, sin embargo,
piensa en las piedras,
en el puquio,
en la pólvora sin embargo.

En la boñiga
de un mundo en sus estertores,
entre las cosas que no interesan,
tú me buscas
por el ceño fruncido,
por la salud débil
y la vida incolora,
tú me buscas,
finalmente,
porque te amo.


Exégesis en contra de los otros
Yo te quiero
porque un día,
acabado el sueño
del diagnóstico favorable,
del muerto que anda,
del amigo bueno incondicional,
del católico consecuente,
supe que ya no éramos dos,
como algún día fuimos.
Que éramos indisolubles,
indivisibles,
si bastón el uno, ciego el otro,
nada nos hacía falta
salvo el uno al otro,
porque celábamos hasta
la piedra,
la piedra encima de la piedra,
la hierba al lado,
el amigo y el amigo del amigo.
Porque un día fui ciego,
cojo,
hombre de pocas palabras
y menos amigos,
y mismo si hubiese sido
un leproso,
vi al lado,
y estabas.




Lamento sobre el lago Ibirapuera

Atusparia era
un cóndor ancashino,
abría las alas
imponente.
Le temían
las serpientes
y las piedras.
Hoy, he visto la tarde
hacerse noche en Sáo Paulo.
Ha sido un frío de diez grados,
una soledad antártica.
En la laguna del Ibirapuera
(de donde vi el ocaso),
me di cuenta
de que no podré ser como el cóndor.
Era casi noche
y los patos de la laguna
trataban desesperados
de alzar vuelo,
pero su mayor logro
era avanzar unos metros
con la panza rozando
la superficie.
Así he sido yo también.
Poeta...
Poeta era Atusparia.
Los que escriben son como esas aves tristes del Ibirapuera.



Estación Gloria
"Más que sus verdades, eran mis deseos los que ella enunciaba tan
calmosamente. Por otra parte, qué agradables de oír."
Mario Benedetti. La tregua.

Ella era una mujer
que vivía frente al mar,
que tenía un gato
y una linda sonrisa.

La buscaba yo,
en las tardes,
para conversar
sobre cosas por encima del bien y del mal,
como el hecho elemental de sus ojos.

Rápido supe que no era
de estas tierras,
pues su sonrisa era tal
que no podía ser de alguien
que conociera mucho
todo lo malo que pasa aquí.

Con estas pistas,
la he procurado,
sin encontrar más
que respuestas negativas.

Pregunté a los gatos
y a sus esquinas
si la conocían;
pregunté a los ancianos
y sus cartas blefadas,
a los bebedores
y sus botellas de bronce,
a los ladrones
y sus botines de guerra.
Todos ellos
me dijeron siempre
que los locos
y sus inmensos amores perdidos
se reúnen
un poco más al frente.

Cómo no haberla visto,
les dije,
si ella viajaba
en una nube alada,
si conversaba
con el viento,
y coqueteaba,
al crepúsculo,
con el fuego eterno
(el fuego aprendió
de ella la eternidad).

Sus ojos verdes no eran esmeraldas;
eran todas las piedras,
estos sus ojos que aún vigilan
atentos
lo poco de bueno que nos queda.
Sus ojos,
caray...
Miré a los lados
y no estaba más,
ni en la Cinelándia,
ni en los Arcos,
ni en la Estación Gloria al menos.
Sus ojos...
Caray...
Nunca más olvidé sus ojos



Aprendizaje por el ser

Más allá de Trujillo y Cajamarca,
aún hay grandes ciudades.

Son las ciudades
de las que aprendemos
la verdad.

Son los gestos
de los destrozos,
de los ojos que miran para la tierra,
de las caras
cien veces escupidas
y a fuego reventadas,
y a fuego encendidas.

Por todo esto,
El Gavilán protege
con ojo absorto Caxamarca
y sus detalles,
y más allá de Caxamarca,
siguiendo el camino
de Los Baños,
más allá, donde no hay diarios,
vigila también los montes.
Después, están los ríos,
y después de los ríos,
los puquios y el hombre.

Puede ser que no lo hayas visto,
pero el ser humano usa alforjas,
y esto te dejará reconocerlo.
La lección primera
es la moral del trabajo humano,
que es físico, extremo y mal pagado.
Es por esto por lo que el hombre
pide un par de zanahorias,
medio kilo de papas,
una bolsa de azúcar,
y pone las cosas en una alforja.

Al fin del día,
el lomo de un burro flaco y amarrado
es la lección del silencio,
que es forzado,
pero también inteligente y táctico.
San Marcos se hace tarde,
lo que bien es el término de ayer
como el inicio de hoy.
El cerro tiembla
al compás del cielo,
que es inmóvil a los ojos del hombre.
Ocurre simplemente
que el hombre usa alforjas.


El fedatario
Un fedatario soy ahora
y recorro, lentamente,
los largos pasillos
del Ministerio del Interior,
en Córpac,
en Lima,
en cualquier gran ciudad
policiada.

Entre firmas y recomendaciones,
ascensos y promociones,
la vida la paseo
familiar, taciturno.

Esta mi vida depende,
invariablemente,
de ver firmas ajenas,
compararlas con un padrón
y usar una rigurosa
camisa verde,
de un verde policial.

Si fedatarios,
¿qué podemos hacer
salvo admirar la curva
de la firma más bella,
el pragmatismo
de la más veloz asignatura,
la inmutable eternidad
de la anciana camisa oliva?
Un fedatario soy,
y, fanfarrón,
el mundo se hace,
a golpes,
dentro de mí.




LUPANAR DE ALMAS.
La infamia de hablar a media voz

Lupanar de almas
"Con todo, por Zeus, no
oiréis, por cierto,
ciudadanos
atenienses, discursos
ataviados de locuciones y
de palabras,
o adornados como los de
ellos, mas cosas dichas
simplemente
con las palabras que me
vinieron a la boca; pues
estoy cierto
de que es justo lo que yo
digo, y ninguno de
vosotros espera
otra cosa."
Platón. Apología de
Sócrates.
A mi familia y amigos,
todos aquellos que nos
hicieron ser a su imagen y
semejanza.
A la memoria de los
ideólogos y los maestros,
luz en tanta oscuridad.
A todas mis musas,
por su eterna, irremediable
volatilidad.




Balada del batán y el chungo

Frente al rocoto,
la vieja de la casa
tiene dos piedras
como arma.
Ubica al vegetal
en el centro de la gran piedra.
Dispuesto el pimiento
sobre el monolito,
le da el primer
golpe
certero,
lo parte en el impacto.
Comienza la contienda,
la piedra contra la piedra,
el vaivén rápido
en una dirección,
luego en la perpendicular,
nuevamente en aquel sentido,
una más en éste.
El chungo le da fuerte
al batán indoblegable:
la tenacidad de la piedra
es una tenacidad moral.
Mientras tanto,
el mundo discute
allá afuera
grandes temas.
Las personas se aman,
hacen planes para su vida jurídica
y financiera,
entran y salen de las oficinas,
firman títulos de propiedad.
Cargaba duro el peso
del imperialismo
sobre nuestra
espalda pusilánime.
Era el siglo XXI.


Poema limeño

Pensar que esta gran bestia
somos nosotros que hemos creado.
No nos desespera
que nadie nos mire
sencillamente
como una madre,
nos arregle el cuello
de la camisa sucia.
Desde hace mucho,
movemos mecánicamente
el brazo a sostenemos
la vida infecunda.
Estamos acostumbrados
a la enfermedad,
el mal olor
y el aprismo.
Caminamos entre
mendigos que se confunden
con el estiércol,
pero lo que nos preocupa
profundamente
es el tiempo del semáforo,
así como los impuestos
crecientes.
Sentimos en carne viva
el odio disuelto
en la gran ciudad.

Somos un animal
inmenso
derrocado,
un tigre vencido
a traición.
Queremos salvar lo
insalvable.
10 km de largo
tiene la espina de la bestia,
8 millones que ponen los ojos
al suelo
caminando
por su dorso
céntrico y congestionado,
volteando a la izquierda,
siendo limeños
con sus cuentas a plazos,
cuerdas al pescuezo duro,
guardando celosamente
algo en el bolsillo
vacío.
Alardeamos victorias
inexistentes:
propiedades y títulos
son papeles que se queman.
¿De quién se protege este animal abisal?
Cruzar la Av. Abancay
no es ya tan fácil
en estos días.

Argumentación en contra de la muerte
Los diarios
no lo han avisado.
Los noticieros
hablaron
profusamente
de las cumbres
y magnicidios.
En la televisión,
Paz Vega
ha estado más
bella que nunca
mientras no se ha izado
ninguna bandera
a media asta.
No hubo toque de
queda,
no hay estado de sitio
y nada,
esta tranquila
noche
en el Universo,
perturba el ajetreo
de la multitud.
Suenan fuerte,
a lo lejos,
sus sonidos.
El sol ha salido
por el este
incorruptible;
en Alto Trujillo,
los obreros
se han levantado
temprano
para trabajar,
como Wilmer hacía.
Pero él ahora
está muerto,
lo han matado
de unos balazos
en el cuerpo.
Veinte años de vida,
su suerte ya
fue lanzada:
la poesía
es corta
cuando a un amigo
lo ha matado
a bala.
Pero
mañana
será el silencio
a darnos de alma
en los oídos.
Mañana
su combi
no estará
surcando la tierra
dura del arenal.
Su colosal máquina
de acero
retemplado,
hecha un ser
de sangre caliente,
extrañará a su capitán.
A Wilmer. Que en paz descanse.




José Antonio Vargas Bazán
Nace el 14 de octubre de 1987, en la ciudad de Trujillo. Su padre Felipe Vargas Silva y su madre Silvia Bazán Zurita, cajamarquinos. Desde muy pequeño, vive en Lima, y asiste al Colegio San Luis Maristas. Su madre fallece tempranamente en 1997, evento que le marca la infancia y la vida. Entra en la adolescencia cuando se vivían los agitados años del ocaso del régimen fujimorista.

Viaja a Brasil, a la calurosa ciudad de Río de Janeiro, donde inicia sus estudios de ingeniería civil en la Universidad de Federal do Rio de Janeiro, en donde termina su carrera profesional con honores académicos. En el extranjero, comienza a escribir algunos poemas que comparte con algunos amigos y familiares. Sigue, luego, en la misma universidad brasileña, estudios de Maestría en Ingeniería, siendo un destacadísimo alumno.

Teniendo una habilidad nata para las matemáticas y los "números", posee una vena poética de mucha calidad, lo que se refleja en este su primer poemario. Y, sin duda, tiene delante un largo trajinar en las ciencias y un amplio camino en las letras. Un privilegio, definitivamente, para una persona joven y con mucho porvenir como profesional y como lírico.
Dr. Homero Bazán Zurita.

Del libro un shingo en el basural, la gestión de los residuos.

2 comentarios:

  1. José Antonio que gusto saber de ti, felicidades por tus logros.

    Jhenny Vargas R.

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  2. estos poemas son hermosos
    y muy bellos

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