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lunes, 19 de septiembre de 2011

Artículos: ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE CELENDÍN


Por: Luís Alberto Peláez Pérez.

Más de cientos treinta años de existencia política tiene Celendín. Su existencia histórica, sin embargo, contabiliza un período formativo de muchas décadas, desde que fue apenas una villa. Se hizo así un pueblo con fisonomía propia, tradición y prosapia, y su gente, por cierto, una estirpe con idiosincrasia definida. Más que hacer un recuento histórico harto sabido, podría resultar más interesante reflexionar sobre algunas de las características saltantes del personaje celendino, personaje muy diferente al resto de la comunidad peruana.

Desde luego, no se trata aquí de hacer una hiperbólica relación de interminables virtudes que suelen atribuir a este pueblo ardoroso, celendinistas a ultranza. El autor de estas líneas se decide por las tomas sorpresivas, aquellas instantáneas lejanas que ha conservado intactas en su memoria, y esas otras muy recientes que ha ido captando en la frecuencia del trato diario con sus hijos en Lima, lejos del escenario natural que presurosos abandonan los celendinos para mirar luego en perspectiva y con nostalgia al suelo que los vio nacer.

El llamado mestizaje racial no se cumplió en Celendín en términos de simbiosis étnica y de endose de las formas culturales, tampoco de la transculturación que operó en el resto del país. Celendín llegó tardíamente al proceso de mestizaje, cuando éste ya tenía más de dos siglos de plasmado en el Perú. En Celendín, ni se produjo la invasión racial y cultural a una raza y a una cultura aborígenes que, por lo demás, no existían; ni tuvo lugar un progresivo cambio de las formas originarias. Simple y llanamente, no hubo mestizaje racial ni cultural.

¿Qué hubo, entonces? ¿De dónde venimos? ¿Dónde se ubica la primera raíz de la fisonomía diferente y la idiosincrasia de excepción de Celendín, con respecto a los otros pueblos serranos del Perú? Podría decirse que Celendín es un pueblo trasplante, trasplante de una realidad étnico-cultural remota-la lusitana-que trajo a su paso por la heredad aborigen algunos atavismos que van a encontrar un singular desarrollo tardío. Para decirlo ya no antropológicamente sino históricamente, Europa se saltó a la garrocha a la cultura aborigen peruana y, entrando por la ruta hábitat de grupos étnicos esquivos como los shayahuitas, los huitotos, los aguaruna, los iquito y la interminable red de grupos trashumantes aún supérstites en la milenaria e insondable realidad selvícola, se instaló en las estribaciones de la cordillera oriental. Portugal se desplazó así, a través de grupos familiares que venían huyendo de la persecución política, como esos ríos que discurren sin arrastrar a su paso relaves mineros, y funda una villa que con el correr de los años se convertiría en esa pincelada impresionante sobre el ande que se llama Celendín. Los Silva, los Chávez, los Pereyra, los Rabanal, los Díaz que somos todos y cada uno de nosotros, los celendinos, fueron manteniendo por muchas décadas cierta pureza grupal, para llamar de algún modo a la ausencia foránea en el núcleo central de la comunidad en formación. Todos tenemos de Silva, de Chávez, de Pereyra, de Rabanal o de Díaz. De allí que, con toda exactitud, cuando hablamos de los con, décimos que se trata de una gran familia. Tardía es la llegada de los otros grupos familiares, de los otros apellidos, cuyo proceso de integración ha sido muy lento y aún no ha concluido. Sólo hemos citado algunos apellidos de descendencia lusitana, los más resaltantes o los más frecuentes. Hay algunos apellidos, como el del autor de estas reflexiones, que no ha terminado de desarraigarse completamente de su tierra-origen y mantienen aún bifurcadas sus raíces entre la provincia Rodríguez de Mendoza, donde hay Peláez por centenares, y la hermosa tierra celendina que los atrajo y anidó. La primera característica-virtud del celendino, que nace precisamente de esta realidad antropológica, es su ínclita hermandad, a pesar de la fuerza de las tendencias y los intereses. Repárese, por ejemplo, en la colonia celendina de Lima. Conforman ella gente de muy diversa ubicación cultural y social; gente con fortuna (relativa, se diría, pero fortuna al fin) y gente no indigente pero si de limitadas posibilidades económicas. En conjunto, ingenieros, abogados, albañiles, médicos, obreros, comerciantes, artesanos, servidores domésticos, industriales, guardias, etc., etc.; pero a pesar de las diferencias reales -económicos y culturales-, en todos se constata la alegría del encuentro, del encuentro entre hermanos.

No conozco, por lo menos a partir de mi comprobación personal, los odios o los grandes abismos que separen a las familias celendinas. Los bandos de los Capetto y de los Montesco de la inmortal obra "Romeo y Julieta", no han existido jamás en Celendín. Las rivalidades familiares, si las hubo, no pasaron del episodio intranscendente, de la disputa pasajera.A1 final se impuso el sentimiento de la gran familia que, a pesar de las distancias, mantiene unidos a todos los celendinos y los hace reaccionar como uno sólo. Por eso, es muy difícil que el celendino rehúya el compromiso pues lo emplazan su linaje y su honor, virtudes propias de los grandes y perdurables grupos familiares. "El shilico es tacaño”, se oye decir a quienes probablemente no han calado lo suficiente en el comportamiento del personaje. Deben existir merecedores del término peyorativo, pero seguramente son muy pocos esos que nos han dado tamaña celebridad. Se nos moteja como los "judíos peruanos". Aclaro: no en alusión a una característica del avaro hebreo, sino a un lejano y no suficientemente esclarecido origen sefardita, que nos ha modelado más bien trashumantes y aventureros La avaricia o la tacañería es el atesoramiento por el atesoramiento: el olvido de las atenciones que como personas requieren los individuos, para ver amontonarse el dinero y gozar de su inoficiosa acumulación. Si este es el verdadero sentido de lo tacaño, definitivamente los celendinos no somos tacaños Lo que si existe en el celendino es un férreo sentido de la seguridad y la previsión."Guardar pan para mayo", es una expresión que seguramente debió acuñarse en Celendín. Sin que sea una paradoja, constatamos que existen celendinos ricos que viven como ricos y celendinos pobres que también viven como ricos. He allí, pues, la mejor demostración de una mayoritaria presencia del hombre desprendido, pero que da al dinero su justa función. Pero en unos y en otros, ricos y pobres, se impone el sentimiento del grupo familiar y la reacción del honor convocado.

Poquísimos deben ser, los celendinos que digan no ante una convocatoria para cooperar en aquello que se vincule a su pueblo. El problema de la abstención o la negativa radica en otra circunstancia que, para el caso, no es una virtud sino un defecto de la idiosincrasia celendina la inoportunidad de la convocatoria, y al celendino bien plantado no le gusta, paradójicamente -y eso sí es una virtud-, que se le importune cuando está embargado en algún proyecto que compromete todas sus energías y todos sus amores.

Si quieres conocer a un pueblo, empieza por saber cómo son sus mujeres, sugieren algunos estudiosos. Nuestro pueblo no podría ser una excepción.

La celendina es -lo digo con real orgullo- seguramente el personaje que mantiene incólumes aquellas virtudes que en las culturales más exigentes contribuyeron a su grandeza. La celendina es la mejor madre que Pisa la tierra, con un amor filial que tiene más de instintivo que de cultural. Yo no he oído de algún caso de abandono de los hijos: a lo mejor, si al revés. La celendina muere al lado de sus hijos, da la vida si con ella tiene que salvarlos.

La celendina es también la compañera más ejemplar y sacrificada al lado del hombre, que no sabe siempre -y esto sí es un grave defecto del varón celendino-valorar adecuadamente a su compañera y ubicarla en el sitial que se merece. No se necesitaría usar los dedos de la mano para contar casos -yo diría de excepción-de esposas que no se mantuvieron fieles y abnegadas al lado del esposo, a pesar de las circunstancias y de las veleidades de éste. Buena esposa como la mejor, se dice que no tanto por su belleza -que es mucha-los hombres las prefieren por su consecuencia y lealtad.

En honor de la mujer celendina, hago una afirmación que a muchos les podría sorprender y producir el rubor que cosas como ésta suelen causar a los ignaros y también a las simplemente no preparadas en cultura sexual. Yo jamás conocí en Celendín una sola mujer del lugar que se dedicara a la prostitución: las pocas que hubieron en mi época (cuyos apodos gracejos todos recuerdan aun) no era exactamente oriundas de Celendín emigraron de otras tierras, aun cercanas, para agregar una tonalidad gris al folklore celendinos los varones de entonces disiparon en esas complacientes sus veleidades salvando su acendrado respeto a la amiga o a la novia. Una característica resaltante del celendino es su laboriosidad, su apego al trabajo. A ello debe atribuirse que en nuestra provincia, por lo menos hasta hace una década, no existieran la pobreza extrema ni la mendicidad.E1 caray-caray.mas que un mendigo, fue un personaje pintoresco que se acercaba al transeúnte para promover con su reclamo una circunstancia alegre y festiva Y en esa laboriosidad, desde luego.la mujer le saca larga ventaja al varón. Doblada sobre la horma donde teje primorosos sombreros junto a sus sueños u a sus ilusiones pérdidas, creó una actividad artesanal y un producto que representan el símbolo de la laboriosidad y la creatividad celendinas.

Sin embargo, a despecho de esa laboriosidad, son muy contados los celendinos que han descollado en el proceso productivo del país. Su frontera, en la generalidad de los casos.es el mercado mayorista: la del comerciante mayorista medio con éxito. No han incursionado en la banca, en las finanzas, en los procesos industriales en series, en la mediana minería o en la ganadería seriada. Los comerciantes más destacados de mi tierra, allá en Celendín, constituían una cuasi clase social de artesanales sistemas de comercialización, apenas alejados del atávico trueque; por ello alguien, con buen humor, la denominó "la tocuyocracia".

En cambio, en los lares del espíritu los celendinos han tenido destacada participación. La creación literaria ha sido el campo más prolífico. Bastaría con citar los nombres de Julio Garrido Malaver, sin lugar a dudas uno de los grandes poetas peruanos de todos los tiempos; Alfonso Peláez Bazán, galardonado narrador de prestigio nacional, traducido a varios idiomas, David Sánchez Infante, maestro de profunda obra pedagógica: Armando Bazán, Periodista y escritor reconocido internacionalmente; Manuel Pereyra (Perseo), periodista fecundo y bohemio inolvidable. Las ciencias y la tecnología han sido igualmente otros campos donde destacaron profesionales celendinos. Médicos como Octavio González, Teófilo Rocha, César Merino y Horacio Cachay, sin duda han existido pocos en la medicina peruana.

Estas breves reflexiones estarían incompletas si no se tocara también el presunto sentimiento mayoritario de religiosidad celendina más precisamente el referido al culto a la Virgen del Carmen. Lo que sigue es un intento de interpretación de ese sentimiento, nada más que un intento. Nadie deberá sentirse agraviado o menoscabado en sus íntimas convicciones por este que no es, en otros términos, sino un ensayo de interpretación etnográfica antes que ontológica.

Me atrevo a sostener, contrariamente a lo que suele afirmarse corrientemente entre celendinos, que no somos personas con acendrado sentimiento de religiosidad: si ha de entenderse ese sentimiento como una profunda adhesión a la doctrina mística, que debería traducirse, a la vez, en entrega espontánea y total a los demás, en amor por el que sufre, en piedad por el desdichado, en sacrificio de yo propio en favor de los otros. En este sentido, digámoslo con franqueza los celendinos no somos mayoritariamente religiosos.

Hemos adherido a la adoración de una imagen, la Virgen del Carmen a partir del símbolo evocador y tradicionalista que representa para los celendinos la peregrina del Monte Carmelo. De repente también reconocemos en ella. Inconscientemente, las virtudes que desearíamos poseer.  Por eso la celebramos, en su onomástico, de un modo que ha perennizado un estilo cultural antes que una inclinación espiritual. Paradójicamente al sentimiento de religiosidad que nos atribuimos, no estaríamos dispuestos a posponer una festividad a nuestra virgen por el urgente auxilio, por ejemplo, en favor de quienes en estos mismos momentos y en nuestra propia tierra carecen de pan, medicinas y otros bienes para aliviar su sufrimiento.

Esta interpretación no debe entenderse sino como eso, .como una interpretación. De ningún modo como una crítica. Todo lo contrario. Si como una advertencia y un llamado al cumplimiento de la solidaridad social a partir de la profunda incitación al bien y al amor que significa la santa imagen que Celendín escogió para ponerse bajo su égida Si algún día, acaso, lo cultural se hiciera esencia, los ojos llorosos de esa imagen se trocarían en sonrisa de divina aprobación.

De la revista El Labrador, 1994.

3 comentarios:

  1. Me llamó darwin mauricio Silva vasquez mi padre severo silva picon mi abuelo Anastasio silva sanchez y mi bisabuelo silva gonzales y mi bisabuela raimunda sanchez diaz ...soy de moyobamba y me inquieta saber sobre mis orígenes ...gracias

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  2. Muy interesante su artículo; pero también hay mitos que he oído y seguramente otras personas también, a lo mejor son sólo eso; pero me gustaría saber por ejemplo que tan cierto es eso de los matrimonios entre parientes cercanos y por ello mismo se han oído casos de personas con discapacidad o el apasionamiento sensual de los pobladores, en especial las mujeres, ¿será por la cercanía con otras regiones como Chachapoyas...?

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  3. MI FAMILIA VIENE DE LOS SANCHEZ QUEVEDO.. SIENDO NIETA DE BERNARDITA SANCHEZ QUEVEDO QUE NACIO EN 1903 Y FALLECIO EN EL 2017... INTERESADA EN CONOCER MI ORIGEN,,,

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