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lunes, 18 de enero de 2010

El Entierro

Por: Palujo

Al amanecer el curandero los esperaba en la vereda de su casa junto a un caballo moro bien enjaezado. A lo lejos, sobre el cerro “Huashaj”, bajo arremolinadas nubes, fulguraban los relámpagos.


Los hermanos Carhuajulca llegaron puntuales a la cita. Del mayor había sido la idea. La madre llevaba varios meses postrada en cama, enferma, y ellos, desesperados, decidieron acudir a Yamoga. Esa misma noche fueron testigos de la “mesada” (1) que organizó el curandero de los brebajes y los conjuros.

—Le han hecho daño (2) —dijo—. A su madre le hicieron un entierro (3). Vuelvan al amanecer que le haré un rastreo (4) a su alma.

Así fue como, los hermanos Carhuajulca, llegaron a integrar esta rara y silenciosa comitiva.

Montado en su caballo, el curandero volteaba la cabeza de cuando en cuando. Los hermanos Carhuajulca no se quedaban atrás y avanzaban al son del ruido que producían al caminar los cascos herrados del caballo moro.

A la altura de Atumpuquio, donde se bifurcaban los caminos, se detuvieron. El curandero bajó de su caballo y, machete en mano, abrió camino para hacer más fácil el paso de sus acompañantes. Avanzaron hasta llegar a un pequeño descampado donde había una cruz clavada al revés en la tierra.

— Aquí, bajo esta cruz, está enterrada el alma de vuestra madre —habló el curandero luego de hacer tres veces, con el brazo izquierdo, la señal de la cruz, como si estaría cortando el aire. Con una pequeña pala, que sacó de la alforja que cargaba sobre el anca de su caballo, Yamoga escarbó en la tierra y, sin que le causara sorpresa alguna, encontró una muñeca de trapo que llevaba en el pecho la fotografía de doña Cristina, atravesada por cuatro alfileres. Luego preguntó: ¿qué hora es?

— Son las cinco de la mañana –respondió Alejando, el menor de los hermanos.

Sin esperar más tiempo el curandero arrancó los alfileres del pecho de la muñeca. El cerro Huashaj ya no se veía, pero los relámpagos continuaban. De pronto al silencio de la noche lo invadió un alarido que jamás se había escuchado. Los hermanos Carhuajulca se agarraron de las manos, tenían el rostro pálido y sudoroso.

— No se asusten —dijo el curandero—. Su madre ya no sufrirá más.

De regreso al pueblo, los hijos encontraron a familiares y vecinos a la puerta de la casa, llorando. El mayor de los hermanos preguntó:

— ¿A qué hora murió mi madre?

— A las cinco —contestó la hermana, que se había quedado en la casa, junto a la madre.

Los hermanos, miraron a los ojos del curandero. Luego uno de ellos le alcanzó un sobre cerrado.

Yamoga se retiró con el sobre en la mano. Detrás lo seguía el tintineo de los herrajes del caballo moro.

Glosario:

1. Mesada. Rituales que los brujos acostumbran hacer para curar enfermos o adivinar el futuro, Etc.

2. Daño. Es el mal o brujería que hacen los curanderos, chamanes o brujos por encargo de personas que sufren decepciones, envidia, celos, Etc.

3. Entierro. Sepultar alguna prenda íntima u otro objeto de la persona escogida, haciéndole brujería como, en este caso, hincándole agujas en su fotografía.

4. Rastreo. Buscar el espíritu de la persona enferma.




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